Un mundo a los pies del dinero

Por: María José Ramírez

“La plata mueve el mundo y quien diga lo contrario miente” afirma Alexandra mientras mueve rápidamente sus manos para explicar lo que ella siente cuando trabaja.

El embrujo del dinero, ropa, carros y comida en lugares caros y de la élite social de Quito, ha llevado a “mujeres bellas físicamente” a pertenecer al mundo de las más solicitadas en la actualidad: “las chicas prepago”.

Alexandra es una de ellas, tiene 20 años y estudia Comunicación Social en una de las universidades de la capital, se viste con ropa pequeña y blusas con escote pronunciado, su maquillaje está compuesto por colores fuertes y llamativos.

Cada vez que abre y cierra sus ojos mira “que el mundo se mueve” y si ella no lo hace también “morirá seca y pobre”.

Con el celular siempre en mano camina y da cada paso con fuerza “sin temor y agradecida con la vida porque le ha dado lo que merece”, sus tacos suenan cada vez que se encuentran con el piso. Anuncian su llegada a cualquier lugar, la llegada de una “mujer bella”.

Cuando entra a algún sitio todos la miran, hombres y mujeres prendan su mirada en Alexandra.

María Dolores Carrasco, compañera de Alexandra, no sabe a que se dedica pero eso no le impide pensar que es una “coqueta exhibicionista” y no le agrada, la prefiere lejos según dice y considera que estudia comunicación “solo para aparecer en la televisión”.

Por otro lado, Nathalia cree que Alexandra es una excelente persona. Es su mejor amiga y la apoya “ella tiene una vida muy dura y nadie tiene derecho a juzgarla”.

Es Nathalia quien le ayuda a arreglarse antes de salir a sus citas e incluso le impulsa a cumplir con sus obligaciones estudiantiles cuando Alexandra se siente cansada.

Ella pertenece a una red manejada por “un caballero llamado César”, él le organiza las citas, hace las llamadas y luego cobra la comisión.

Alexandra recuerda que cuando tenía 16 años, en el colegio, le pidieron que los representara para el certamen de Miss Colegial, “en esas fiestas se conoce mucha gente, en especial hombres y con mucha plata”, fue así como conoció a César.

Pertenece ya tres años a esta red aunque asegura que “hoy el trabajo es más cotizado”.

Trabaja también por medio de una pagina en Internet y no le avergüenza decir que es una chica prepago cuando se lo preguntan, por el contrario, “con eso me pago la U” dice con una sonrisa.

Lo único que representa un “verdadero problema” para ella es que sus padres se enteren lo que hace para pagar sus estudios, es esa la única razón que le impide hablar abiertamente de su trabajo.

Según Alexandra es fácil encontrar “extranjeros viejos” en busca de compañía de jovencitas con cabellera negra ó rubia, siliconas en los senos y medidas casi perfectas que juegan el papel de amantes.

“Estas mujeres hacen parte de la miseria de la sociedad, han cerrado sus oídos y han dejado de escuchar a los sabios y por ende se olvidaron del camino de Dios» afirman los padres de Alexandra cada vez que escuchan sobre algún caso de estos.

Sin embargo, ella aporta con el pago de luz y agua en su casa además de colaborar con los gastos que implica la alimentación de su familia.

“Mis padres piensan que trabajo de modelo, también hago pasarela pero lo que realmente me da dinero es el afecto que ofrezco a mis clientes”.

Esta joven ha visitado varios psicólogos, sin embargo, considera que ninguno le ha servido, en cambio el dinero le ha dado mucho, según dice, y cuando reflexiona acerca de las marcas que sabe que este trabajo dejara de por vida en su cuerpo, solo piensa y afirma “podré vivir con eso pero sin plata no”.

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