Paseando entre montañas

Por: Ivette Area

Esta locomotora ya no funciona, sin embargo se le conserva por su atractivo.

Esta locomotora ya no funciona, sin embargo se le conserva por su atractivo.

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Hay que tener fuerza de voluntad o pocas horas de sueño para no perder el tren.

Si la ruta le resulta un poco difícil para llegar a la estación, es preferible que tome el trole y se quede en la estación Jefferson Pérez que está ubicada una calle más abajo de la estación Ferrocarriles del Ecuador. La dirección exacta de la estación es: calle Quilotoa y calle Sangay, en Chimbacalle, Quito, Ecuador.

La forma más fácil de reconocer su fachada es mediante las acosadoras vendedoras de guantes, gorros y bufandas que se encuentran en los exteriores. Si decide acercarse a comprar tenga cuidado a quien rechaza, pues una de las amables y sonriente señoras, de pelo ensortijado simulando un plumero, abrigada hasta los ojos, dijo “vas a ver como te mueres del frío ahora y ahí si“ al darle la espalda a un joven que se negó a comprar.

Una vez que se ha superado el tumulto de la fila de entrada, que con caras curiosas esperan que confirmen su nombre mediante su cédula, el camino se ha despejado. Las escalinatas llevan directo a un mural de la locomotora principal, a mano izquierda un pequeño letrero indica por donde se debe abordar, en español e inglés.

Las horas de salida varían según la ruta. Nosotros iremos de Chimbacalle a Machachi, de Machachi a El Boliche, de El Boliche a Machachi y de Machachi nuevamente a Quito. Nuestro tren sale a las 8:15am.

Las instrucciones son dadas por los diferentes guías, uno por cada vagón. Tras la campanada de salida comienza el trayecto.

En el ajetreado camino son muchas las emociones que se sienten. Todo depende de cuál sea su espíritu como viajero.

Si es de los que desea aprender, como Drew Davis, un estadounidense que le pasó preguntando a su pareja, latina, cuáles eran las respuestas y que historia se contaba, este viaje le encantará. Durante todo el trayecto el guía va contando diferentes anécdotas, leyendas e historias curiosas. En los intermedios hace preguntas participativas con el público. En este caso, la guía del grupo de la Universidad de las Américas, Lucía, nombrando al azar a los alumnos, (con mayor posibilidad de que sea mujer debido al alarmante número de 35 mujeres y 3 hombres) hace que estos se pongan de pie, se presenten y respondan la pregunta, Algunos incluso hicieron chistes.

Por otro lado, si es de los que le gusta la emoción, disfrutará de las motos de seguridad a cada lado del tren. “Aún no existe una cultura de que el tren ha vuelto a circular en la ciudad, entonces nuestros compañeros de seguridad se adelantan a los cruces de calles para detener el tráfico y evitar accidentes”, comentó Diego Villavicencio, jefe de guías del tren. Además, en ciertos lugares, entre las montañas, el tren se balancea un poco abrupto de un lado hacia el otro. No hay que alarmarse, el camino es seguro, es solo como ir en una carretera con baches.

Por último, si tiene un espíritu curioso y de relacionarse con las personas, disfrutará de cada minuto. En todo el trayecto de salida del sur de la ciudad hacia las otras estaciones se encontrará con que las personas le saludan. Ver a tantos niños saludando con una pequeña mano y una gran emoción, le roba una sonrisa a cualquiera.

“Esto sucede porque una de las señas del breakero (señor que va entre los vagones y hace señas al maquinista con la mano)  parece un saludo y por eso las personas regresan el saludo con la mano”, explicó el jefe de guías. También nos comentó que este término viene de la palabra inglesa “break” y que fue adaptada.

Edison Chamor, el breakero de nuestro vagón, explicó que las señas con las manos indican avanzar sin problema, bajar la velocidad, detenerse, ir hacia adelante e ir hacia atrás.

La labor del breakero es indispensable, ya que el maquinista (quien conduce el tren) puede estar en la parte frontal o en la trasera del tren. Los breakeros, al ir entre cada vagón tienen mayor visibilidad de las vías y le avisan al maquinista de cualquier obstáculo o inconveniente en la misma.

Son las 9:30 y se hace una parada de diez minutos en la estación de Tambillo. Aquí no hay servicio de alimentación, es solo para descansar y estirar las piernas e ir al baño de ser necesario. Otros aprovechan la ocasión para tomarse fotos, dentro y fuera del tren y al tren en sí.

Se retoma camino siendo las 9:40, la próxima estación es Machachi.

Aunque se siguen haciendo preguntas y contando historias, muchos de los pasajeros han cedido al sueño, que ha sido fortalecido con el frío de la mañana, el vaivén del tren y el aire puro.

Machachi es una locura de estómagos hambrientos, de escaso personal y producto.

Al arribar a esta estación, a las 10:15, el guía explica que el boleto individual le respalda un dólar del desayuno, si desea algo más, corre por su cuenta.

Son dos vagones de aproximadamente 50 personas en un espacio con menor capacidad. El olor de las habas y el queso deslizándose sobre el choclo, el humeante olor del chocolate caliente y lo fresco del sánduche, no ayuda a la cordura de los viajeros.

Solo una señora atiende los pedidos, mientras tres se encargan de servir. El sánduche se acabó y las malas caras que deseaban uno se retiraron con una porción de panes de maíz a los exteriores de la estación. Muy pocos desayunaron en el interior.

A las 10:45, con tan solo diez minutos de desayuno se vuelve a embarcar el tren para llegar a la estación El Boliche.

El tren se prende, avanza un metro y frena. Uno de los troncos de debajo de la vía acaba de salirse. Toma 15 minutos arreglarlo y eso retrasa todo lo demás.

Al llegar a El Boliche hay otra cafetería donde venden agüitas, morocho y empanadas de viento. Como tenemos que recuperar tiempo, no hay espacio para comer algo más.

Mientras un señor a lo lejos da las instrucciones de la división de grupos y actividades, los niños se distraen con las llamas y las alpacas que hay en el lugar, mientras un peculiar personaje capta la atención de los jóvenes. Es nuestro guía de la caminata, Álvaro Guevara.

Lo primero que nos comenta es que hay un duende en esta estación. “Dicen que cuando un lugar queda abandonado por mucho tiempo un duende se apodera de él y eso pasó con esta estación. Una vez que fue rehabilitada los guardias comenzaron a percatarse de su presencia”. Lo curioso de la anécdota de Álvaro, es que además del duende había otro dato constante en las historias, el alcohol.

Al final de la caminata por uno de los senderos de este lugar, los alumnos de la UDLA, bautizaron duende al guía. No por sus historias, sino por su parecido con la caricatura de este personaje de fantasías.

De cara alargada y delgada, con acentuadas arrugas alrededor de la boca, orejas puntiagudas, ojos inquietos, una sonrisa en forma de U acentuando las arrugas y un sombrero rojo y blanco, como el de papá Noel, pero sin punta, hicieron de este señor, el duende de nuestro trayecto.

Regresamos hasta Machachi, el tren fue un silencio absoluto, todos duermen y el único murmullo es el de algunos audífonos que llevan el volumen un poco alto.

Una vez que se desembarca nuevamente en Machachi, con caras hinchadas, ojos rojos, bostezos y exóticos peinados sin peinar sirven el almuerzo en la estación.

Al concluir, siendo las 12:45 de la tarde, con caras alegres y estómagos felices los chicos de la UDLA emprenden camino a la granja Hostería La Estación.

Allí nos recibe Frouei Ludovico, envuelto en un poncho color tomate obscuro. Él es el encargado de mostrarnos el lugar y realizar con el grupo algunos ejercicios de respiración y relajación.  

Con una potente voz y una cara amigable de sonrisa permanente comienza las instrucciones. De inmediato algunos cierran los ojos y se sumergen de lleno en lo que hacen, mientras otros se miran de reojos y dejan libres sonrisas nerviosas, de complicidad y vergüenza al ridículo. Al final, todos se relajan y hacen los ejercicios con suma seriedad.

Una vez culminados se comienza a recorrer la granja. El orden llegó hasta la visita a los conejos.

Los primeros animales que encontramos en el camino son unos gansos y un par de cisnes que disfrutan de un pequeño lago verde hasta en su sombra. Después un par de avestruces pequeñas que no tiene vergüenza en interactuar con el público. Gladys, una cabra de meses color café crema llama la atención de todos y uno que otro “ohhhh que bella”.  En una U de jaulas hay un caballo, una vaca, una llama, una cabra, un chivo, conejos, cuyes, gallinas, palomas, un burro y una mula.

En la mula y el burro se pueden dar paseos, sin embargo la mula resultó ser la más popular para galopar y el burro para posar en las fotos.

Más arriba, donde pocos llegaron por quedarse hablando en el césped o hacer unas vueltas en cuadrón hay un par de venados y una pareja de pavos reales.

A la salida, a mano izquierda está la Hostería, donde es posible hospedarse. Su propietaria, Gladys Revelo, da la bienvenida al grupo con un canelazo que puede ser con o sin alcohol.

Le preguntamos a Roberto Reyes, un joven de 22 años que le parecía el lugar como destino turístico, a lo que nos respondió: “me parece excelente para escapar de la ciudad, es tranquilo, el ambiente es ameno y se disfruta de unos paisajes muy hermosos”.

Son las dos de la tarde y es hora de regresar a Quito. El viaje, por hoy, ha concluido. Sin embargo, los relatos sobre lo que fue, cómo la pasaron, qué vieron y qué hicieron, perdurará unas semanas más y para algunos posiblemente nunca desaparezca. 

Entrevista Gladys Revelo

Entrevista Frouei Ludovico

Para conocer las rutas, precios, horarios y mayor información sobre el servicio del tren, ingrese a la página oficial de ellos: http://www.ferrocarrilesdelecuador.gob.ec/

 

 

Acerca de cronicasycultura

Este es un espacio donde la cultura artística y urbana se ve recopilada a través de varios géneros, especialmetne la crónica.
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2 respuestas a Paseando entre montañas

  1. Muy interesante y pertinente, tomando en cuenta el pasado aniversario del tren y la importancia del mismo para unir al país. ¡Felicitaciones!

  2. Rodrigo Barreto dijo:

    Es bueno ver como empiezan de a poco, a poner en práctica lo aprendido. Para ser mejores en este oficio se necesita de mucha tenacidad y compromiso. Recuerden a Kapuscinski que decía que: para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas.
    Sigan adelante…

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