Los Héroes de la Noche

Escrito por: Ana María Calero y María Jose Carrera

Son las 8 de la noche y empieza el turno del sábado para los voluntarios del Instituto técnico de la Cruz Roja Ecuatoriana, ubicada en el sector de El Inca.  Cuando son las 9, la ambulancia número cinco sale a atender la primera emergencia de la noche.  A bordo se encuentran 3 personas: Miguel es quien conduce, Sylvia es la paramédico a cargo y Vinicio es un estudiante que desempeña como asistente.

Desde el centro de comunicaciones, envían a la ambulancia hacia la Avenida Real Audiencia y calle Ciruelos.  Hallar la dirección resulta un poco complicado, pero luego de recibir más indicaciones, finalmente, logramos llegar al Conjunto Residencial “Jardines del Norte”.  Ahí se encuentran con una pequeña niña de 1 año y once meses que ha sufrido una quemadura con agua en su pecho.  Luego de pedir recepción en algún Centro de Salud, la pequeña es trasladada en compañía de su madre al hospital de niños “Baca Ortiz”.

El Instituto de la Cruz Roja cuenta con 3 unidades móviles con las que trabaja desde hace un año.  El resto de unidades son manejados desde la base central por medio de la Junta Provincial.  La mayoría de lugarea a los que asisten son sectores de bajos recursos económicos.

Andrés Salazar estudiante y encargado de la ambulancia número 2 y Leonardo López paramédico y conductor, continuában en la base norte a espera de una llamada.

Mientras tanto, más al sur, cuando pasan de las 10 de la noche, la ambulancia cinco es nuevamente enviada a atender un herido.  Esta vez se dirige al sector de La Floresta.  Se trata de Luis Olmedo Quiroz, un hombre de 66 años que tuvo una caída y se rompió la cabeza.  Cuando al fin llegan sus familiares, es llevado al Centro de Salud número uno, ubicado en Santo Domingo.  En esta ocasión lo acompañó su esposa.  Después de haber dejado al paciente para que recibiera las atenciones necesarias, la ambulancia número cinco se encuentra de regreso a la base norte.

Pero al mismo tiempo, la unidad dos es despachada hacia la avenida Panamericana Norte. Los cientos de carros que por ahí transitan hoy lo hacen con lentitud. En uno de sus semáforos, un pequeño auto verde ha sufrido un accidente de tránsito, su ocupante, Miguel García, de 50 años está herido.

Mientras los policías tratan de ayudar a que el flujo vehicular no se detenga, los paramédicos de la Cruz Roja intentan ayudar a este hombre a bajar del auto. Después de varios minutos es llevado hacia la ambulancia en donde sus signos vitales son valorados.  Son las 10 y media de la noche un celular suena y la hija de don Miguel se acaba de enterar del accidente de su padre, el paciente con signos vitales estables es  llevado a la Clínica Pichincha.

En otro punto de la ciudad, la ambulancia número cinco se detiene a cargar combustible para poder atender sin ningún contratiempo todas las emergencias de esta jornada.

Son las 11 de la noche y los ocupantes de la unidad 5 descansan, el móvil 2 también se traslada hacia la base.  Sin embargo, en su trayecto por la avenida Eloy alfaro, la unidad 2 se topa con otro accidente de tránsito.  Esta vez se trata de 2 jóvenes de 19 años, que se impactaron contra un poste.  El causante del accidente huyo.  El vehículo Gran Vitara, había sufrido de grandes daños, pero gracias al cinturón de seguridad, los dos jóvenes tenían golpes menores.  Minutos después, los médicos los recibían en la Clínica Pichincha.

El reloj marca la media noche.  Una nueva llamada para la unidad cinco.  Esta vez la envían al Sector de San Isidro de El Inca.  Llegan a una casa ubicada entre las calles Nueces y Canelos. Cristian Chiluisa, un hombre de 24 años fue víctima de una fuerte agresión física.  Luego de una rápida revisión y toma de signos vitales fue trasladado hasta el hospital público Eugenio Espejo.

A la una y media de la mañana, la unidad dos se dirige hacia el sector de la Roldós, en donde un auto colisionó contra un poste de emergia electrica, su ocupante insiste en que todo se encuentra bien y se niega a ser atendido.  De modo que los socorristas se retiran.

El amanecer estaba muy próximo.  Eran ya las 3 y 15 de la mañana.  La ambualancia cinco es llamada a una nueva emergencia.  Se trataba de David Arce Méndez, un joven de 16 años que había sido atropellado por un taxista en el Sector de La Ofelia, al norte de la ciudad.  Luego de la revisión por parte de los paramédicos, aparentemente tenía su brazo izquierdo fracturado.  Se lo estabilizó en el lugar y fue llevado al Eugenio Espejo para la atención pertinente.

Y cuando aún quedaba algo más de 2 horas para que finalizara el turno de este sábado y domingo; luego de haber salvado muchas vidas, la muerte se hizo presente.  A la altura de Ponciano Alto, dentro de un conjunto de departamentos, la señora Luz de 73 años fallecía en el piso de su propia vivienda a causa de fallas orgánicas múltiples.  Su cuerpo fue trasladado por los miembros de Medicina Legal.

Casi nadie sabe sus nombres, pero estos hombre y mujeres transitan como personas normales, sin embargo cuando llega la noche ellos se transforman en héroes, recorriendo las calles y avenidas de la capital, ayudando a quien lo necesite sin distinción de raza, sexo, o nivel económico.

Los estudiantes que asisten dentro de las ambulancias deben haber cumplido con su primer nivel en el Instituto, tener conocimientos en comunicaciones y desastres, además de haber aprobado cursos de atención prehospitalaria y un taller obligatorio de seguridad operativa.  Con todos estos requisitos, Andrés Salazar se desempaña actualmente como encargado de ambulancia.

Padres que reciben noticias consternadoras, sus hijos o familiares han sufrido algún accidente,  son algunas de las situaciones que estos valientes jóvenes deben majenar  con el mayor tacto posible.

Mientras las luces y la música abundan por las calles de la ciudad, los voluntarios del Instituto de Peramédicos, día tras día y sin importar la hora, atienden todo tipo de emergencias.  La gente suele identificarlos por sus trajes azules.  Pero lo que no saben es que estos jóvenes realizan una dura tarea de manera voluntaria, sin ningún tipo de pago a cambio.  Las 24 horas del día, los 365 días del año, las ambulancias no descansan en su labor.

Lugares aislados y poco transitados, peligros, no importa en donde suceda la emergencia, ellos llegan a socorrer al necesitado, ¿por qué?… porque «ser socorrista,  sentirse socorrista  es un honor que cuesta.  Un socorrista da su tiempo y su vida para servir a los demás, ser socorrista es un privilegio, ser socorrista es un orgullo.  Un socorrista trabaja para salvar vidas”.

Una noche y madrugada junto a los voluntarios de la Cruz Roja…

Artículo de opinión

Ellos velan la ciudad que duerme

Regularmente las personas creemos que al acabar nuestras actividades durante la semana, lo único que nos queda es esperar el fin de semana para disfrutarlo en compañía de familiares y de amigos, cualquier actividad relajante es nuestro alivio para comenzar una nueva semana.  Sin embrago, este fin de semana tuvimos la oportunidad de realizar una actividad diferente, mientras todos dormían, nosotras emprendimos una aventura de la cual no conocíamos el final.

Con cámara en mano, fuimos dispuestas a todo, acompañando a los voluntarios de la Cruz Roja Ecuatoriana en uno de sus turnos nocturnos.

Nuestra primera impresión fue de calidez.  Estos jóvenes poseen un pequeño espacio en donde descansar, cuando no se encuentran trabajando, pero las limitaciones físicas, y logísticas, no se vieron reflejadas en los rostros de estas personas tan especiales.

La segunda impresión al asistir a la primera emergencia, fue de tranquilidad y dulzura, sentimientos con los que estos voluntarios ayudan no solo físicamente a las personas que han sido victimas de algún accidente o altercado, sino que en todo momento sus palabras y su paciencia nos conmovieron al escucharlos tranquilizar a las personas que atravesaban situaciones de vida o muerte.

Estos jóvenes a más de poner en práctica todos sus conocimientos de atención pre hospitalaria, ponen a prueba su espíritu y calidad humanos, neutrales, independientes y universales como constan en los principios de esta noble Institución.  Palabras cálidas, de alivio, frases tranquilizantes que se extienden no solamente al paciente sino también a sus familiares.

Un espíritu universal que mueve a miles de personas en el mundo, una causa que requiere sacrificio por parte de estos jóvenes que ofrendan horas de descanso, de entretenimiento, y lo más importante, las horas que ya no pueden compartir con sus familias y seres queridos.

Una verdadera lección de vida fue lo que aprendimos durante 12 horas en las que compartimos sus angustias, sus alegrías por las vidas salvadas y sus tristezas cuando la vida se desvanece entre sus manos.  Días buenos y malos viven diariamente los voluntarios, hombres y mujeres que nos enseñaron el valor de una vida, el poder, la decisión y sobre todo la responsabilidad que recae sobre sus hombros, responsabilidad que es recibida con la mayor de las satisfacciones y sonrisas, porque como ellos dicen, nosotras hoy estamos más convencidas que siempre, ser socorrista realmente es un orgullo.

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